Quien piensa que todas las montañas son iguales es porque no conoce la inmensa mole de Castillo Mayor.
Como si de una fortaleza inexpugnable se tratara, sus imponentes farallones rocosos se alzan sobre los abismos de la Garganta de Escuaín, el valle del Airés y el padre de todos los ríos pirenaicos, el Cinca.
No lejos de Castillo Mayor se encuentra otra mole inconfundible y faro de Sobrarbe, la Peña Montañesa. Ambas cumbres se muestran altivas y orgullosas, como si estuvieran disputándose el primer puesto en elegancia, poder y fortaleza. Pero también los gigantes guardan misterios y secretos desconocidos para los mortales.
Desde tiempos inmemoriales, los habitantes de estas aldeas han mirado con admiración y respeto a peñascos tan soberbios como Castillo Mayor. La silueta de esta fortaleza resulta temible cuando en las noches de verano se desatan las fuerzas más poderosas del cielo y de la tierra. A los rayos cegadores que se estrellan contra la roca desnuda le siguen los truenos más ensordecedores, tanto, que a más de uno le parece estar asistiendo al desmoronamiento del gigante.
Una vez que llega la calma y el Sol vuelve a calentar las resecas laderas de Castillo Mayor, va apareciendo un rosario de pequeñas fuentes en la base de la montaña. Sus aguas se deslizan por los barrancos, atravesando las selvas impenetrables de cachigos y carrascas. «¿D’ande saldrá tanta agua?», se preguntaban las gentes de estas aldeas. Incluso en las épocas más secas, las tan deseadas fuentes lograban refrescar el aire abrasador de las solanas.
Los viejos, y no tan viejos, de Bestué, Puértolas, Escuaín o Bies creyeron que las aguas de estas fuentes solo podían proceder de un lugar remoto y escondido en las mismas entrañas de la montaña. Ese lugar no podía ser otro que un inmenso lago de aguas frías, cristalinas y oscuras, escondido en el corazón de Castillo Mayor. Cada fuente era el sueño cumplido de las aguas del lago, pues al fin habían logrado la libertad tras escapar de la oscuridad a través de las fisuras de la roca.
Otros muchos misterios esconde el Castillo Mayor, pero no tengamos prisa, que poco a poco los iremos contando.
(Texto de Nacho Pardinilla Bentué)
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